martes, 16 de marzo de 2010

el timbre

Con todas mis fuerzas la subo a la cama, su ropa empieza a teñirse de rojo. La empiezo tranquilamente a desvestir. Prenda por prenda. Hasta dejarla totalmente en cueros. Arrugadita estaba la vieja, habría que entrar a investigar cual es el pliegue exacto por donde comenzare a satisfacerme. Estoy hurgando con mis dedos por toda su entrepierna, cuando en el momento exacto en que encuentro su entrada al estadio, la vieja se despierta y comienza a gritar, rápidamente agarro la lámpara que se encuentra en el velador contiguo y le golpeo ferozmente su cara, rompiéndole los labios, quebrándole la nariz, reventándole todo el rostro, quedando solo una masa sanguinolenta, ella trata de respirar, lo que hace que salte un chorro de sangre desde su boca hacia mí, manchándome mi ropa, esto me enfurece y descargo mas golpes sobre su rostro, hasta que ya deja de respirar. Dejo nuevamente la lámpara en su lugar, no quiero ser desordenado, y comienzo a sacarme la ropa, pero algo se me había olvidado. La cámara de video, tengo que grabar todo esto para la posteridad. Pero me encuentro en la disyuntiva, de tener que grabar encima de lo que ya había o me doy el tiempo de adelantar la cinta para grabar desde lo último. Como no quiero que el ardor se me pase, hago caso omiso, y dejo la cámara de lado.

Sigo sacándome la ropa hasta que quedo entero desnudo. Y comienzo con mi juego de perversión. Comienzo pasándole la lengua por todos lados de su anciano cuerpo, no importando que algunas de sus partes estén con su sangre o con la sangre de la otra. El sabor de la sangre en mi boca me exacerba.

- Querías saber que había pasado con tu maldita vecina, maldita vieja copuchenta, ahora sabrás.

Me voy a la cocina a buscar alguna arma afilada, otro cuchillo. Vuelvo donde la vieja y me siento encima de ella, la miro fijamente y comienzo a pasarle el cuchillo por el cuerpo, haciéndole pequeñas heridas superficiales. Mientras más cortes le hacía, mas excitado me ponía. Ya no podía controlar mi ímpetu. Por lo tanto con mi mano izquierda comienzo a masturbarme y con la derecha le sigo dando cortes. Mi mente en ese momento ya había volado, no sabía dónde estaba, solo sentía el éxtasis del asesinato. Seguí de esa manera por un tiempo hasta que ya no di más y termine por eyacular en la cara de la vieja. Mezclando el semen con la sangre, le tome la mano y se la pase por la cara, para esparcir esa mezcla tan afrodisiaca por todo su rostro, su rostro desfigurado.

Una vez que no queda más claro en su cuerpo como para poner otro corte, dejo el cuchillo de lado, y sigo acariciándole el cuerpo, la cama ya está toda teñida de rojo, mis piernas chapotean en la sangre, nuevamente vuelve la excitación y termino penetrando a la pobre y vieja señora.

Termino cansado, me dirijo al baño, me meto a la ducha y me mojo, tratando de sacar toda la sangre que quedo en mi cuerpo. Una vez terminado, limpiecito y perfumado. Me calzo una bata que encontré colgada y vuelvo al dormitorio y cojo el cuchillo, comienzo a acariciar sus rodillas, sentía en mis manos los huesos de la señora, tomo el cuchillo firmemente en mi mano izquierda y hago un corte un poco más arriba da la rotula, y luego otro corte muy cerca de donde comienza la tibia. Hago un círculo entre ambos cortes y saco la carne, dejando al descubierto los huesos de su rodilla. Tranquilamente corto el ligamento cruzado, para así dejar un poco más de espacio y poder llevar a cabo el fin de mi misión, que era sacar ambos meniscos, externo e interno. Con cuidado extremo de no dañar tan preciados trofeos, muevo los ligamentos y el tendón rotuliano, hasta por fin hacerme de ambos meniscos.

Los tomo en mi mano, los miro complacido y los dejo encima del velador. Para así entregarme en la tarea de quitarle los de la otra rodilla.

Comienzo nuevamente con los cortes, cuando suena el timbre.

Maldición, no hago caso, sigo con mi tarea, pero el timbre sigue sonando, por lo visto sea quien sea, no dejara de tocarlo. Dejo de lado el cuchillo y me voy a la puerta de entrada, pensado, ojala sea otra mujer.

Llego a la puerta y miro por el ojo de vidrio, y que suerte la mía….

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